jueves, 14 de abril de 2016

5 datos interesantes sobre tu lenguaje corporal


5 datos interesantes sobre tu lenguaje corporal

¿Sabías que el cuerpo puede decirnos más cosas que las palabras? Claro, porque no sólo la boca es la que emite los mensajes que queremos expresar, sino también nuestros gestos, nuestra postura y hasta nuestros movimientos tienen la capacidad de trasmitir información.
Conocer un poco sobre el lenguaje corporal nos puede ayudar a desenmascarar a alguien que nos está mintiendo, a conseguir aquello que queremos o a evitar que los gestos nos jueguen una mala pasada frente a los demás.
Según un estudio realizado recientemente, el 55% de los mensajes que enviamos provienen del cuerpo. Esto quiere decir que solamente el 45% restante es por medio de las palabras, sin importar el tono o volumen que utilicemos. El lenguaje no verbal es muy importante y lo utilizamos todo el tiempo.
Esto ha sido analizado por los psicólogos para conocer las reacciones de sus pacientes en la consulta o bien por los encargados de recursos humanos de una empresa antes de contratar empleados.

5 importantes hallazgos sobre el lenguaje corporal



Presta atención a las conclusiones que han derivado de muchas investigaciones a lo largo de los años. Así sabrás qué es lo que significa cada gesto o movimiento que realiza tu interlocutor y hasta tu mismo.
1. Encoger los hombros quiere decir no saber nada sobre algo
Pero atención, que los niños también utilizan este gesto para demostrar que algo no les importa. Es una seña bastante universal levantar los dos hombros a la altura de las orejas cuando nos preguntan algo que no sabemos la respuesta y puede estar acompañado de otros tres movimientos: manos con palmas hacia arriba, cejas levantadas y labio inferior caído.
2. Mostrar las palmas de las manos demuestra honestidad
Esta es una seña muy antigua y la razón es muy simple: estás mostrando que no ocultas nada en tus manos que pueda dañar al otro. Por ejemplo, cuando alguien tiene que dar su testimonio en un juicio, coloca su mano derecha en la Biblia (u otro libro religioso) y levanta la izquierda mostrando la palma hacia el juez, los abogados, el estrado y el público. Esto se asocia a la lealtad, a la sumisión y a la honestidad.
También puede significar “yo no tengo nada que ver”. Para ello, la persona levanta ambas manos a la altura de los hombros o cabeza. “Yo no fui” como dice Bart Simpsons, es la frase que acompaña a esta acción.
3. Apuntar con el dedo puede acusar o demostrar dominación
Recuerda cuando eras niño y hacías algún lío. Seguro tu madre o padre levantaba el “dedo acusador” , sobre todo el índice, y te demostraba que te habías equivocado y que en poco tiempo llegaría el castigo. Al crecer, en una discusión con tu pareja, seguro habrás “sacado varios trapos al sol” con este gesto (o te lo hicieron a ti).



Por otra parte, apuntar con el dedo índice cerrando la mano quiere demostrar dominación. Es un símbolo que no coloca en el mismo lugar a las personas involucradas, la que está hablando o haciendo este gesto se siente superior a los demás. En el inconsciente nos evoca sentimientos negativos y hasta agresividad. Esto es así porque casi siempre primero llega la acusación y después el ataque.
4. Ojos arrugados es sinónimo de sonrisa verdadera
“Sonrían para la cámara” dice el fotógrafo de una fiesta o alguien que se ha encargado de retratar un evento con su smartphone. ¿Te has dado cuenta de que luego los gestos de las personas parecen “falsos”? Claro, porque prácticamente se los “obligó” a demostrar felicidad para la cámara. Esto no quiere decir que lo estaban pasando mal, pero la pose no es auténtica. Por ello son mejores las fotos espontáneas, donde nadie percibe que les están retratando.
Para tener en cuenta: cuando alguien se ríe de verdad, arruga mucho los ojos. Si está fingiendo, lo único que se moverán son los labios.
5. El contacto visual siempre demuestra interés (pero éste no siempre es positivo)
Se suele creer que cuando se mira a alguien a los ojos es porque se está interesado en ella. Esto es una verdad, pero a medias. Claro, porque todo depende de la circunstancia. Si por ejemplo estás caminando por la calle y un extraño “clava los ojos” en ti, quizás te provoque miedo y se convierta en una amenaza. Por el contrario, si tu pareja te mira fijamente a los ojos, aunque eso te ponga un poco nervios@, quiere decir que le gustas y te quiere.
Por otra parte, los estudios revelan que si alguien te mira detenidamente durante un tiempo prolongado es porque quizás te está mintiendo. Otras señales de la mentira es no parpadear y quedarse muy quieto. La misma persona se está auto recriminando de no decir la verdad. Presta mucha atención a ello.



Cómo desarrollar confianza en ti mismo






La autoconfianza o confianza en uno mismo es parte esencial del ser humano; una combinación entre la autoestima y la autoeficacia.[1] La autoeficacia es la impresión que tiene una persona de que es capaz de cumplir sus metas y objetivos en la vida. La autoestima es parecida a la autoeficacia, pero está más relacionada a la percepción que tiene una persona sobre sí misma y sus capacidades, además del deseo innato de ser feliz. Una persona que confía en sí misma suele tener una opinión positiva de sí misma, está dispuesta a tomar riesgos para lograr sus metas (tanto personales como profesionales) y es optimista sobre su futuro.[2] Por el otro lado, una persona que no confía en sí misma tiene mayores problemas para lograr sus metas y suele tener una opinión negativa sobre sí misma y sobre lo que espera conseguir de la vida.[3] ¡Lo bueno es que puedes desarrollar confianza en ti mismo si no la tienes!.





Identifica tus pensamientos negativos.

[4] Algunos ejemplos de pensamientos negativos son: “no puedo hacer esto”, “voy a fallar”, “nadie quiere escucharme”. Estos pensamientos no te ayudarán en nada; es más, evitarán que mejores tu autoestima y tu autoconfianza.



2 Convierte tus pensamientos negativos en positivos. 

Cuando hayas identificado tus pensamientos negativos, esfuérzate por convertirlos en pensamientos positivos. Por ejemplo, puedes hacer afirmaciones positivas,[5] como “voy a intentarlo”, “voy a tener éxito si me esfuerzo” o “la gente me va a escuchar”. Realiza algunas de estas afirmaciones cada día.




3 Rechaza esos pensamientos negativos para que dominen tus pensamientos positivos. 

A la larga, los pensamientos positivos ocuparán un mayor “espacio en tu cerebro” que los pensamientos negativos. Mientras más combatas el pesimismo con optimismo, mayor facilidad tendrás para pensar en positivo y además lo harás con mayor naturalidad.



4 Mantén una buena red de apoyo.

[6] Mantente en contacto con las personas importantes en tu vida, ya sean amigos o familiares, para mantener una actitud positiva. Es más, aléjate de las personas o cosas que te hagan daño.[7]
  • Una persona que consideras tu amiga puede hacerte daño, especialmente si te critica o hace comentarios negativos todo el tiempo.
  • Incluso tus familiares pueden hacerte daño y destruir tu confianza en ti mismo, a pesar de sus buenas intenciones, si fuerzan su opinión sobre la tuya. Por ejemplo, decir que “tienes que” hacer las cosas de una manera sin tomar en cuenta tu opinión.
  • Mientras cultivas una actitud positiva y tomas los pasos necesarios para conseguir tus metas, te darás cuenta más fácilmente de quiénes son esas personas negativas. Limita el contacto que tengas con ellas en lo posible si quieres desarrollar mayor confianza en ti mismo.
  • Tómate un momento para pensar en aquellas personas en tu vida que te hacen feliz. Debes pasar más tiempo con las personas que te apoyan e inspiran a ser mejor.



5 Deshazte de cualquier cosa que te haga pensar negativamente.

 Evita pasar tiempo cerca de objetos o lugares que te hagan sentir mal o pensar de manera negativa. Por ejemplo, los recuerdos de tu pasado, la ropa que ya no te queda o los lugares que te hacen sentir incómodo. Aunque es muy probable que no puedas eliminar todo rastro de negatividad en tu vida, puedes reducir su impacto considerablemente. Esto te ayudará mucho a desarrollar la confianza en ti mismo.[8]
  • Siéntate por un momento y piensa en todas las cosas que te han hecho daño. Por ejemplo, los malos amigos, las condiciones de vida intolerables o una carrera que detestas.



6 dentifica tus talentos. 

Todas las personas son buenas para algo, así que debes descubrir tus talentos y esforzarte mucho para cultivarlos. Date permiso para sentirte orgulloso de tus logros. También es muy importante que te expreses, ya sea a través del arte, la música, la escritura o la danza. Busca algo que disfrutes y cultiva un talento que vaya de acuerdo con tus intereses.[9]
  • Tener una variedad de intereses y pasatiempos te ayudará a desarrollar la confianza en ti mismo, además de que conocerás mucha gente parecida a ti.
  • Hacer algo que te apasiona tiene un efecto terapéutico, además de que te hará sentir realizado. Todo esto sirve mucho para desarrollar la confianza en uno mismo.                 


7 Siéntete orgulloso de ti mismo.

 No solo debes sentirte orgulloso de tus talentos y tus logros, sino que también debes pensar en todas esas cosas que hacen que tu personalidad sea atractiva. Por ejemplo, tu sentido del humor, tu compasión, tu capacidad de escuchar o tu capacidad de salir adelante a pesar de todo. Aunque pienses que tu personalidad no es gran cosa, si realmente miras en tu interior, te darás cuenta de que tienes muchas cualidades admirables. Escribe todas esas cosas buenas en un diario o cuaderno para no olvidarlas.




 Muchas veces, las inseguridades surgen por una sensación de no tener lo suficiente. Por ejemplo, una falta de validación emocional, cosas materiales, dinero o suerte. Si reconoces y aprecias lo que realmente tienes, puedes contrarrestar esa falta de satisfacción con tu vida. Al sentirte verdaderamente agradecido, encontrarás la paz interior necesaria para desarrollar la confianza en ti mismo.[19] Tómate un momento para reflexionar sobre todas las cosas buenas que tienes, desde la maravillosa gente que te rodea hasta tu buena salud.
  • Siéntate y escribe una lista de todas las cosas por las que te sientes agradecido. Léela varias veces y agrega cosas nuevas a la lista al menos una vez por semana, para así tener una actitud y mentalidad más positiva.






Cómo hacer que no te importe lo que la gente piense



Si eres una de esas personas que constantemente se preocupan por lo que los demás piensan de ti, este artículo puede ayudarte a ir por la dirección correcta, invirtiendo esos pensamientos desagradables. Sin importar que sea lo que te obsesiona – verte bien para unos completos desconocidos, escuchar rumores, entrar en un círculo negativo – este artículo debería ayudarte a comenzar a cambiar tu vida.





Deja de pensar demás. 

Aunque esto puede sonar difícil, tú no eres la persona más importante en el mundo, al menos no para todos. La mayor parte del tiempo, cuando crees que estás siendo juzgado, probablemente no sea así. Simplemente es muy difícil juzgar a cada persona que conoces, analizar sus fallas e imperfecciones como si fueran un examen que estás calificando.

  • Una forma de probar esto es yendo un poco más allá de tus límites y haciendo algo que sea un poco fuera de lo común para ti, ve cómo reaccionan las personas, las probabilidades son que sólo tus “amigos” notarán el cambio y harán comentarios, pero a cualquier desconocido no le importará.
  • Aprende a cacharte cuando comiences a pensar demás. Reconoce este patrón de abuso y “haz algo” para superarlo. Por ejemplo, cada vez que pienses demasiado, oblígate a elogiar un aspecto de tu personalidad. Esto debería ayudar a darte una mejor autoestima:
    • ”Pensar es bueno. Presto atención a todos los pequeños detalles, noto cosas que las demás personas no notan, pero debería usar esta habilidad para ser positivo, no negativo”.
    • ”Me importa ser bueno en algo. Nadie puede lograr la perfección, pero yo trato de dar lo mejor de mí, si fallo o no doy todo, no es como si no lo hubiera intentado. Eso es todo lo que puedo decir”.
    • ”Me importan los principios. Tengo valores y trato de vivir según estos. El mundo no siempre funciona de la forma que yo quiero, pero eso no significa que yo dejaré de intentar. Lo aceptaré cuando este no lo haga”.



Pon las cosas en perspectiva. 

Las personas obsesionadas con lo que piensan los demás tienden a poner los “problemas” bajo el microscopio y no pueden ver más allá de sus narices, mientras que las personas que no se obsesionan con lo que piensan los demás tienden a ver todo el panorama. Sólo se vive una vez, ¿vas a dejar que los pensamientos de otras personas lo hagan menos disfrutable?, suena tonto ahora, ¿verdad?

  • Dale algo de tiempo. Además del hecho de que la vida realmente es muy corta para preocuparse por cosas como estas, el otro aspecto es que los sentimientos de las personas cambian. Por ejemplo, digamos que una persona te insulta por usar zapatos amarillos, dándote la impresión de que no deberías usarlos pero, ¿qué pasa si la opinión de esta persona cambia y comienza a usar zapatos amarillos? Las personas cambian de pensar, así que lo que piensen hoy puede no importar en el futuro.
  • Haz una lista de todas las cosas por las que estás agradecido. Ponerlas en una lista realmente ayuda, hace que las cosas sean tangibles, más reales. Una vez que ves todo lo que ha salido bien para ti – tal vez tu familia, tu inteligencia, tu salud – comienzas a darte cuenta que la vida se trata más de lo que “sí” tienes que de lo que “no” tienes. Aprecia lo que la vida te da, sin resentimientos por lo que no te da.
  • Disfruta las pequeñas cosas de la vida. Comienza a ver belleza en las cosas del día a día, como un niño jugando con un perro; regocíjate con las cosas del día a día, como una taza tibia de té; encuentra la felicidad en las cosas del día a día, como una historia de superación de dificultades contado por tu amigo.



Confía en ti mismo. 

¿Qué pasaría si pudiéramos eliminar todas las veces que nos cuestionamos a nosotros mismos?, bueno, tú puedes hacerlo. El truco, si así lo quieres llamar, es simplemente confiar más en las decisiones y acciones que eliges.

  • ¿Alguna vez has visto a alguien que está luciendo algo fuera de lo normal, pero que parece normal y no está siendo juzgado?, si estás usando zapatos amarillos y estás claramente incómodo con ellos, las personas lo notarán: ellas pueden ver tus inseguridades y te atacarán con la finalidad de sentirse mejor acerca de ellas mismas. ¡No te juzgues antes de que los demás lo hagan, en primer lugar, será menos probable que ellos te juzguen!
  • Aquí algunos pequeños, pero poderosos, aumentadores de autoestima que puedes probar:
    • Sonríe. La ciencia sugiere que el acto de sonreír puede aumentar tu autoestima orgánicamente. Si sonríes con mayor frecuencia, envías mensajes a las demás personas de que eres amistoso y es más probable que ellos te sonrían de vuelta. Sé feliz e incluso perdónate.
    • Visualiza el éxito. No pienses en, ¿qué pasa si fallo…?, aunque esto probablemente esté dando vueltas en tu cabeza, mejor piensa: ¿cómo triunfaré?
    • Parte las metas en pequeños pedazos. No te predispongas al fracaso, predisponte para el éxito. Si tu meta es tener más confianza alrededor de los chicos (o chicas), parte la meta en partes pequeñas: contacto visual, conversación, coqueteo, etc. Recompénsate cuando termines una pequeña parte de cada meta grande.




Aprende a controlar tus emociones. 

Cuando comienzas a llevar tus límites más allá y te vuelves más confiado, indudablemente tendrás emociones encontradas, desde estrés, preocupación y miedo, hasta alivio y felicidad, puede ser como una montaña rusa en la mente; allí es cuando hay que tomar control de tus emociones. La práctica sencilla enseñada por Eckhart Tolle dice algo así:

  • Sé consciente de las emociones dentro de ti – ejemplo: miedo o preocupación.
  • Obsérvalo dentro de tu mente.
  • Date cuenta de que si lo estás observando, no puede ser parte de ti.
  • Ve la emoción desaparecer.
  • Tan pronto como observes una emoción, estás separándote de ella y de esta forma no puede seguir existiendo.



Acéptate por quien eres. 

Comprensivamente, aceptarte no es lo más fácil de hacer. Todo el mundo está lleno de ciertas dudas, pero todo está en la forma en la que ellos lo manejan. Por suerte, hay cosas que puedes hacer que te ayudarán.

  • Antes que nada, piensa en todas las cosas que no te gustan de ti y escríbelas. Ahora, velas más de cerca y ve si hay alguna posibilidad de cambiarlas.
    • Por ejemplo, si eres delgado y no te gusta eso, entonces ve formas para subir de peso y aumentar la masa corporal. Si no deseas poner manos a la obra para cambiar algo que se puede “arreglar”, entonces no tienes el derecho de quejarte acerca de ello.
    • Sin embargo, si quisieras ser más alto, eso no es algo que puedas cambiar, así que piensa que tu situación podría ser peor, por ejemplo: si mides 5' 7" y realmente no te gusta, piensa en todas las personas en el mundo que miden 5'. Puede que no tengas la altura deseada, pero hay personas que están “peor” y presumiblemente a algunas de ellas ni siquiera les importa medir 5'.
  • Conforme pasa el tiempo y te das cuenta de la verdadera importancia de algunas de las cosas por las que te preocupas, la vida se vuelve más fácil y tus constantes preocupaciones comienzan a desvanecerse conforme tu confianza aumenta.



Consejos:

  • Nada de lo que haces es estúpido, realmente vales mucho y las cosas que haces son maravillosas. No te deprimas por las cosas que piensas son estúpidas, lo creas o no, SIEMPRE hay un amigo que piensa que eres maravilloso y que piensa que todo lo que haces es divertido y padre.
  • El mundo no gira a tu alrededor – casi todos lo que se cruzan en tu vida tienen más cosas en sus mentes que estar pensando cómo te ves o actúas.
  • Date cuenta de que eres una persona única y definitivamente el único a cargo de tus propias acciones y sentimientos. Tú no puedes controlar a las demás personas pero puedes controlar cómo reaccionas y te sientes acerca de ellos. ¡Sé tú mismo!, ¡la vida no es divertida si te preocupas tanto acerca de agradar/ofender a otras personas, que incluso no puedes tener una personalidad! La verdad es que no le vas a agradar a todos, así que, ¿por qué molestarse en intentarlo? Déjalos que se molesten por cosas insignificantes si así lo quieren, pero no te conviertas en una víctima de ese tipo de estupidez y estrechez mental. Sólo diviértete.
  • Algunas personas dicen que lo que otros piensan de ti es el resultado de lo que tú piensas acerca de ti mismo. Esto es verdad, las personas que piensan en grande acerca de ellas mismas, con frecuencia tienen mucha confianza, lo que amerita una reacción positiva, mientras que las personas que piensan mal de ellas mismas, con frecuencia tienen poca confianza, lo que amerita una reacción negativa. Esto NO quiere decir que aquello que son maltratados lo merecen, pero el éxito social de una persona puede ser dependiente de su propia imagen si ellos están en una posición donde en gran medida no son juzgados por las personas, a quienes no les importa lo que ellos piensen.
  • Cuando tu vida es regida por esos otros pensamientos, olvídalos; sólo piensa en las personas positivas que te ayudan en la vida.
  • Pregúntate qué es lo que te incomoda hacer.
    • En primer lugar, ¿vale la pena hacerlo? Tu incomodidad puede ser tu instinto de supervivencia diciéndote que es una amenaza para tu seguridad y que definitivamente, ¡”no” vale la pena hacerlo! Por ejemplo, supón que alguien con falta de habilidad social te invita a salir, comete errores que te hacen sentir incómodo (como que él/ella haga repetidamente avances sexuales no bien recibidos) y quiere intentarlo una y otra vez, del mismo modo que practica andar en bicicleta. No te esfuerces por actuar confiado en más citas con esta persona para tratar de sentirte cómodo teniendo a esta persona “practicando” en ti, tú no eres una bicicleta y si te vas, él o ella aprenderá que puede alejar a las personas.
    • Si algo con lo que te sientes incómodo de hacer “sí” vale la pena hacerlo y tu incomodidad es más como pánico escénico que miedo a que tu cita te lastime, ¿puedes ver a alguien más haciéndolo o nadie más lo hace?, de cualquier forma, esto no mostrará que no estás cómodo y con el tiempo estarás cómodo haciéndolo.
  • Recuerda esta cita:
“Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento”. - Eleanor Roosevelt.
  • Sé tú mismo. Pretende que no hay nadie más.





Rutinas que asfixian, temores que encarcelan




Rutinas que asfixian, temores que encarcelan






































Las rutinas protegen, tanto, que a veces pueden convertirse en una verdadera cárcel. Establecerlas nos evita tomar cientos de decisiones diarias, que deberíamos adoptar si ya no tuviéramos establecidas unas costumbres fijas. Pero también nos instalan en una forma de hacer, que se traduce en un esquema de pensamientos y de sentimientos que no cambian.
El precio de las rutinas puede ser muy alto. Sí: son necesarias: una manera práctica de manejar la vida cotidiana. Pero al mismo tiempo y de manera imperceptible, se convierten en una forma de vida en la que te refugias y comienzas a tener miedo del cambio.
“No son los males violentos los que nos marcan, sino los males sordos, los insistentes, los tolerables, aquellos qué forman parte de nuestra rutina y nos minan meticulosamente como el tiempo.”
-Emil Cioran-




Es usual encontrarnos con personas que viven sumergidas en una rutina, pero reniegan de ella todo el tiempo. Suspiran, se toman la cabeza y dicen que están aburridas porque todo es siempre igual. Sin embargo, tampoco sienten que tengan la fuerza para decir “basta”.
Así, para vencer la dictadura de las rutinas es necesaria una buena dosis de valor. Además, es imprescindible una motivación importante y la suficiente confianza en uno mismo como para ser capaces de romper el esquema y adentrarnos en el camino de lo incierto.





El efecto ensordecedor de las rutinas




Lo peor de establecer rutinas y mantenerlas es que vas insensibilizándote, sin que lo notes. No es que dejes de sentir, sino que terminas encasillando lo que sientes. Comienzas a tener la percepción de que todo aquello que no es familiar, resulta peligroso. Lo nuevo, lo diferente, se convierten en una especie de amenaza.
La rutina es un andamiaje compuesto por muchísimas piezas. Comprende desde la forma como manejas tus horarios habituales y llega a abarcar toda tu concepción acerca del mundo. Terminas creyendo que debes sentir, pensar y actuar de un solo modo. Que ya comprendes toda la realidad y que sobran las preguntas.
La rutina merma tu curiosidad, disminuye tu capacidad de sorpresa. Pero, sobre todo, te vuelve sordo y ciego a tus propias potencialidades. Terminas creyendo que haces solo lo que puedes hacer y que te sería imposible actuar o vivir de otra manera.
El resultado es un cierto estado de amodorramiento. Con la rutina vives en función de “cumplir” y no de evolucionar o de ser feliz. Y, lo peor: comienzas a ver la rutina como tu gran logro y sientes miedo de todo lo que pueda alterarla.


El miedo a cambiar. La resistencia al cambio






























Vivir con pasión es un verdadero don, que muchos no pueden, o no quieren, disfrutar. Significa sentir un genuino interés por el trabajo que se desarrolla. Auténtico amor por las personas con las que uno se relaciona. Verdadero entusiasmo frente a los planes para el futuro y a todo lo que está por hacer.
¿Por qué entonces tantas personas ven pasar la vida frente a sus ojos y tratan más bien de “quemar tiempo”, en lugar de vivir intensamente? La respuesta solo puede ser una: es el miedo el que encarcela en rutinas que sirven como coraza. Les evita probarse frente a lo nuevo, a lo desconocido, a lo desafiante.
El cambio es eso: un desafío. A los convencionalismos, a las costumbres, a la seguridad que nos produce hacer lo mismo una y otra vez para no tener que pensar demasiado. Aún cuando la rutina está plagada de situaciones que desagradables, muchos la toleran porque es mayor el miedo a cambiar. Eso supondría salir de su zona de confort y tener que agudizar sus capacidades para encarar situaciones desconocidas.




¿Cómo vencer el miedo a salir de las rutinas?




Cada persona debería estar haciendo lo que quiere hacer, del modo en el que quiere hacerlo, con quien quiera y donde quiera. Nadie tendría por qué resignarse a trabajar o vivir como no quiere, simplemente por temor al cambio.
Por supuesto, nadie puede mandar al cuerno todo de un día para otro. Bueno, en realidad sí se puede, pero quizás muchos necesiten de un proceso más pausado para lograrlo. Lo cierto es que no siempre conviene romper con todo, sino que basta con recuperar algunos espacios para ser uno mismo. ¿Cómo empezar? ¿Qué hacer para salir de esas rutinas que encarcelan?
  • Saca tiempo para ti. Por más exigente o importante que sea tu trabajo, nunca puede ser más importante que tú mismo. Hay una parte de tu tiempo que te debes dedicar exclusivamente a ti. Son esas parcelas de la vida en donde te debes enfocar solamente en hacer lo que verdaderamente quieres: dormir, comer, bailar, lo que sea. Lo importante es que sientas que estás haciendo única y exclusivamente lo que te provoca hacer.
  • Tienes que jugar. El juego jamás debe ser erradicado. El juego entendido como diversión, es un espacio de libertad por excelencia. En el juego te re-creas, vuelves a construir nuevos significados para lo que eres. Juega a las cartas, juega baloncesto, juega lo que quieras, pero juega. Ojo: no mires jugar a otros. De lo que se trata es de que uno sea el jugador.
  • No pierdas contacto con la naturaleza. La naturaleza ejerce un efecto sumamente positivo sobre las emociones y el pensamiento. Así que es muy importante que busques la forma de estar en contacto con el verde de las plantas y con la particular forma de interactuar que tienen los animales. La naturaleza nos ayuda a conectarnos con nosotros mismos y esto, a su vez, nos permite reconocer los cambios que necesitamos implementar.

miércoles, 13 de abril de 2016

Discutir sin parar nos resta energía para vivir




Entre discutir y ser feliz, prefiero ser feliz





Discutir de manera frecuente absorbe nuestras energías, nos deja sin fuerzas, sin ganas y sin ilusión. Los enfados nos ahogan hasta tal punto que acaban por cobrarse la vida de nuestro bienestar afectivo.
Cuando las peleas se hacen habituales y no conseguimos salir de la espiral en la que nos hemos metido, sufrimos. Y mucho. Por eso, hay momentos en los que necesitamos, literalmente, huir.
Puede que queramos mucho a las personas que nos rodean, pero cuando que las discusiones se convierten en un estilo de vida, nos convertimos en una especie de “ogros emocionales” y solo sabemos refunfuñar y desquiciarnos.

La importancia de discutir en su justa medida



No se trata de no discutir nunca, sino de saber elegir las razones por las que vale la pena hacerlo y las razones por las que no. En este sentido, discutir tiene que servir para comprendernos, validarnos y respetarnos; nunca para atormentarnos de manera constante.
Lo que ocurre es que cuando estamos tan dominados por la irritabilidad, no conseguimos responder a la lógica. Por eso, es importante que aprendamos a tolerar la frustración de que alguien no piense lo mismo que nosotros y, por lo tanto, de que se genere un conflicto.
Así, hay que saber por lo que debemos discutir y por lo que no. O sea, que evitar hacerlo no es nunca signo de inferioridad, de rendición o de cobardía. Saber discutir e incluso enfadarnos en su justa medida es saber manejar nuestras emociones; es decir, poseer inteligencia emocional.
“Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”
-Aristóteles-

La guerra fría como resultado de los enfados frecuentes








Cuando ignoramos a alguien a propósito y con propósito se dice que estamos aplicando la ley del hielo.Esto es algo así como golpear a alguien con el cruel látigo de nuestra indiferencia sin ofrecer ningún tipo de explicación ni deferencia.
Como es obvio, esto nunca resulta adecuado, por muy tóxica que sea la persona a la que se lo aplicamos. De hecho, digamos que es la forma más cruel de castigar a alguien.




Sea porque queremos acabar con una espiral de enfados o de conflictos que están mermándonos, o sea porque no sabemos qué hacer para librarnos de alguien, la ley del hielo es una verdadera tortura (y por lo tanto un comportamiento intolerable).
La ley del hielo es una forma de abuso emocional realmente destructiva para las personas y para las relaciones. Esto es así porque si hay algo para lo que no estamos preparados para afrontar es la indiferencia. Así, como no debemos permitirnos hacer daño a nadie deliberadamente, tenemos que evitar aplicarla.




Discutir sin parar nos resta energía para vivir



Cuando las discusiones frecuentes llevan a enfados, acabamos por enfadarnos con nosotros mismos. Nos frustramos por la impotencia de nunca estar de acuerdo y no podernos entender, nos enfadamos por no conseguir disfrutar del otro.
Poco a poco dejamos de sentirnos bien y cada vez nos sentimos más confundidos ante nuestra falta de ganas por reconciliarnos o, incluso, de hablar. Esto es natural, pues al fin y al cabo nos hemos enemistado con la posibilidad de manifestar nuestras opiniones y sentimientos.
De alguna manera, cada enfado que sumamos supone un nuevo castigo a nuestra identidad y nuestra aprobación interna.  Por eso, tenemos que buscar la manera de romper con la costumbre de discutir por sinsentidos, romper con todo y empezar a preocuparnos por lo que de verdad importa: por vivir y por apreciar lo bueno de los que tenemos a nuestro alrededor.